Acaba de abrir en Mérida el comedor escolar bilingüe Hi! Snail, un local que es al mismo tiempo aula matinal. Francisco José Bermudo es su responsable, y también es el creador de Gustatio Catering, una empresa que surte de menús a varios colegios de la ciudad, y que presta especial atencióna los alumnod celíacos elaborando menús sin gluten.
Su objetivo es intentar conciliar la vida laboral con la familiar «ofreciendo a los padres un servicio a un precio justo», que no pasa de los 65 euros al mes por el aula matinal y el servicio de comedor. De todas formas, se puede utilizar cada cosa de forma independiente, a un precio de 2 euros el aula matinal y 3,50 el comedor por día de estancia.
Los padres pueden dejar a sus hijos allí a partir de las 7.30 de la mañana. Mientras se prepara el desayuno a los niños, se les entretiene poniéndoles en la televisión dibujos animados en inglés. Los que no hayan comido nada en casa empiezan el día degustando leche, cola cao, tostadas, magdalenas, cruasanes. Y aprendiendo.
Después de asearlos, varios monitores se encargan de llevarlos a sus respectivos colegios. Y en la misma puerta los vuelven a recoger a las dos de la tarde para dejarlos de nuevo al comedor, abierto hasta las cuatro de la tarde. Los 24 niños que asisten a Hi! Snail tienen entre 3 y 12 años y proceden de los colegios Suárez Somonte, Cooperativa Santa Eulalia y Giner de los Ríos.
La comida que se sirve es casera. Bermudo cocina todos los días para unas 250 personas en un local situado en la calle Sagasta. Se envasa la comida en contenedores isotermos y se traslada desde el lugar donde se hace hasta el comedor en vehículos de las mismas características. Esto garantiza que la temperatura de los alimentos no disminuya las cinco primeras horas.
Sopas, purés, arroz, pastas y legumbres es la base alimentaria de los pequeños, que no pueden llevar comida de casa. Entre las particularidades de este catering infantil, destaca que no descuida las intolerancias alimentarias de sus comensales. Así que tiene muy en cuenta a los pequeños que son celiacos, alérgicos al pescado, al huevo, a los intolerantes a la lactosa o incluso a los que no puede comer carne de cerdo por sus creencias religiosas.
Casi todos los niños se asean solos y disponen de su cepillo de dientes. La idea de hacer el comedor bilingüe se le ocurrió porque sabe que los niños ya aprenden idiomas desde muy pequeños. «Es divertido usar el inglés a la hora de la comida y, por ejemplo, aprender cómo se llama en otro idioma lo que está en el plato, motivándolos con premios los viernes».
Estas instalaciones permanecen abiertas hasta las ocho de la tarde. En el mismo local, los monitores ofrecen de cuatro a seis clases particulares a los pequeños que demanden este refuerzo. Bermudo afirma que personalmente se ha tomado la apertura de este centro «como una experiencia piloto».