El Bresca es un restaurante pequeño, con seis mesas adornadas con flores naturales, vigas de madera y una cocina vista. Xavier Ferraté y su mujer, Alba Roig, reciben a sus comensales como quien recibe a sus amigos en casa. Hace casi 10 años que el Bresca nació en Cambrils y su filosofía de menos es más sigue vigente. "Hacemos una cocina fácil de entender y de digerir", explica Ferraté. De entender porque no hay artificios, solo pocos ingredientes y mucho ingenio. Y de digerir porque no hay alimentos fritos y casi no utilizan harina, así que los celíacos tienen un argumento de gran valor para acercarse hasta este establecimiento.
Cuenta El Periódico que Ferraté cuenta con un aliado en esta lucha por la gastronomía ecológica, su padre. Es agricultor y les facilita la mayoría de los productos que se cocinan en el Bresca. Incluso muchas de las infusiones son naturales. La carta es pequeña (una quincena de platos), pero tampoco necesitan más. "La vamos cambiando en función de la temporada. Se desnaturalizan al mínimo los productos para que conserven todo su sabor", explica.
En el Bresca no se emplea maquinaria ni técnicas complicadas: "Solo controlar el punto justo de cocción", añade Ferraté. Todo lo que pueda hacerse a mano se elabora de forma casi artesanal: "Lo que cocinamos aquí se puede hacer en cualquier casa catalana". Una vez más, 100% naturalidad. Los precios son más que razonables. La carta de vinos está limitada para que no se dispare la cuenta y tampoco utilizan ingredientes excesivamente caros. Solo juegan con las posibilidades del producto y con su imaginación.
El Bresca, con sus seis mesas y sus cuatro trabajadores, es un ejemplo de que se puede hacer alta cocina con pocos elementos. Solo se necesita inteligencia, formación y honradez. Ferraté no añade a sus platos nada que no sea imprescindible, conservando así la esencia natural convirtiéndose en una estupenda opción para los celíacos catalanes.