Encontrar “tomates que sepan a tomate” parece una misión cada vez más difícil, y es algo muy demandado por los consumidores que no los encuentran con facilidad ni a precios competitivos. Esta fue la principal razón por la que Nacho Díaz y Javier Serrano, decidieron abrir dos restaurantes que llevan esta fruta por bandera: Toma Tomate y La Barra de Toma Tomate.

En ambos restaurantes el tomate es su producto principal, varía en función de la temporada, y no suelen faltar el cherry, pera, azul, rosa, rambo (de la Comunidad de Madrid) o pomodori; este último, tanto en fresco como deshidratado. A este producto estrella se suman el aguacate y la patata como ingredientes básicos con los que trabajan sus propuestas y una decoración muy trendy. 

La base de esta carta está inspirada en los sabores del mediterráneo, haciendo un recorrido por todos los rincones de nuestro país y trayendo lo mejor de cada casa. La oferta de Toma Tomate varía durante todo el día, adaptándose a las necesidades de sus clientes, muchos de ellos celíacos, porque estos dos emprendedores han apostado por elaborar propuestas culinarias a base de tomate sin gluten entre sus ingredientes.

De esta manera, el recorrido gastronómico comienza desde los desayunos, continúa con una carta con opciones de picoteo y almuerzo, menús del día y cartas de cócteles, algunos de ellos de autor, para un horario de afterwork.

En los fogones se encuentra José Ángel Díaz, un cocinero madrileño que trabaja por darle un giro más actual a los platos de siempre. Mientras, en sala, el sumiller Abel Buitrago es responsable de la coordinación del espacio.

La decoración de Toma Tomate ha corrido a cargo de Dorotea Estudio, una empresa de interiorismo que en los últimos meses ha revolucionado la decoración de restaurantes en Madrid con apuestas modernas, rompedoras y muy atractivas. En Toma Tomate, la idea siempre fue trabajar en torno al tomate, la huerta y los espacios rústicos. Esto se refleja en una barra de piedra natural, muebles de madera, elementos con sogas de esparto, lámparas de latón o un gran espejo envejecido, emulando el paso del tiempo.

Los amplios ventanales y la propia ubicación en la esquina del edificio permiten la entrada de mucha luz natural durante todo el día, lo que añade calidez y un ambiente casero muy acogedor. El mobiliario también juega un papel importante, pues equilibra el clasicismo rústico con elementos más modernos, como los taburetes de Gubi tapizados con telas florales o un gran neón con el nombre del local a la entrada, que le aporta un punto más canalla.

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